Los vagabundos me miran mientras mastico la lagartija.
También hoy es domingo. Toda de oro la gente brilla
mientras observa los patos, inventándose la felicidad.
La sobrevuelo y comprendo que maldice mi diversidad.
Pero en el parque vivo. Es mi vida ser símbolo
de miedo y de muerte; son tinieblas mis hábitos.
Los niños sonríen: "mamá, míralo. ¿Qué animalejo es?"
Los árboles me consuelan. Abro las alas y permanezco inmóvil.
Los estudiantes los evito, prefiero las ricas viudas con anillos de platino.
Soy un ladrón, pero fino gentleman.
Yo soy el cuervo Joe. Doy miedo.
Estén atentos, déjenme en paz.
Sólo ciertos poetas del mal me saben cantar.
Los burgueses se sientan,
y luego leen el periódico.
Los jóvenes se besan.
Mediodía está por resonar.
Sin gracia y graznando,
me acerco y luego les suplico
si solamente por hoy pudiera
ser libre de hablar.
—Mucho gusto. Cuervo Joe. ¿Hay de comer?
Sólo piedras saben lanzar. Se merecen
ir por mí al eterno dolor.
Yo soy el cuervo Joe. Doy miedo.
Estén atentos, déjenme en paz.
Sólo ciertos poetas del mal me saben cantar.
Pero los perdono,
porque en el fondo llevan en el corazón
sangre que está destinada a secarse.
Vivan un morir.