[
Él es mi héroe;
mi gallardo amor.
Él es mi César;
gallardo amor.
No volví a dormir en paz
desde que se fue
mi gallardo amor.
]
Adiós, adiós
y una copa en alto
hacia el cielo de Irlanda
y las nubes hinchadas.
Un nudo en la garganta
y una última mirada
a la vieja Anna Liffey
y a las calles del puerto.
Un sorbo de cerveza por los verdes páramos
y otro por los mocosos cubiertos de lodo,
y un brindis también a los nomos y a las hadas,
y a los duendes que corren
por sus calles.
Tienes las caderas robustas
de una vieja señora
y los modos un poco rudos
de la gente de mar.
Te arrastras entre fango, sudor y carcajadas,
y el olor a alcohol en las noches de verano.
Y un viejo compañero
te sigue paciente:
el mar se recuesta
fiel a tus pies,
te arrulla ligero en las tardes de invierno
y te vuelve a traer las voces
de los amantes de ayer.
Es en un día de lluvia que te conocí,
y el viento del oeste reía gentil.
En un día de lluvia aprendí a amarte.
Me tomaste de la mano y me llevaste lejos.
Tienes ojos de hielo y un corazón de tierra.
Tienes el paso pesado de un viejo borracho.
Te encierras a soñar en las noches de invierno
y te cubres de rojo y floreces en verano.
Tus exiliados hablan lenguas extranjeras;
se duermen solos soñando tus cielos;
se reencuentran perdidos en países lejanos,
cantando a una tierra de prófugos y santos.
Es en un día de lluvia que te conocí,
y el viento del oeste reía gentil.
En un día de lluvia aprendí a amarte.
Me tomaste de la mano y me llevaste lejos.
Y en un día de lluvia te volveré a ver,
y podré consolar tus ojos mojados.
En un día de lluvia estaremos juntos;
bailaremos ligeros sobre el aire de un reel.