Salvador era un hombre,
vivió como hombre,
murió como hombre,
con un fusil en la mano.
En los cuarteles los generales
brindaban la victoria
con copas llenas de sangre
de un pueblo en cadenas.
Desde un cielo gris de plomo
llovían lágrimas de cobre;
Chile lloraba desesperado
su libertad perdida.
Mil madres desoladas
lloraban hijos desaparecidos.
El amor tenía ojos desorbitados
de una chica morena.
Hasta las palomas
se habían vuelto halcones.
Los árboles de olivo,
transformados en cruces.
Desde un cielo gris de plomo
llovían lágrimas de cobre;
Chile lloraba desesperado
su libertad perdida.
Pero un pueblo no puede morir.
No se asesinan ideas.
Sobre una tumba sin nombre
nacía la consciencia.
Mientras el alba de los Andes
aclara los cielos,
busca su nuevo nido
una paloma blanca.
Desde un cielo gris de plomo
llovían lágrimas de cobre;
Chile lloraba desesperado
su libertad perdida.
Chile lloraba desesperado
su libertad perdida.