Ella quería la revolución,
la esperaba y decía que no
a mis reflexiones
y a los varios argumentos,
a las reservas
y a los tantos peros.
Ella creía en un puro ideal,
en el rescate de
todas las masas.
Al compromiso burgués
y a la paz social,
oponía la lucha de clases.
¡Alza el puño! ¡Alza el puño,
mi dulce revolucionaria!
¡Alza el puño! ¡Alza el puño!
No reniego de
mi viejo camino.
La utopía permaneció,
la gente cambió;
la respuesta ahora
es más complicada.
Seguía hablando de acción,
de revuelta y de proletariado,
como si en estos
treinta años de historia
el mundo no
hubiera cambiado.
Ella soñaba la rebelión
contra el imperio del capital
y sacudía la cabeza
cuando le decía
que necesitamos
nuevas palabras,
que ahora necesitamos
nuevas palabras,
que ahora necesitamos
nuevas palabras.
¡Alza el puño! ¡Alza el puño,
mi dulce revolucionaria!
¡Alza el puño! ¡Alza el puño!
No reniego de
mi viejo camino.
La utopía permaneció,
la gente cambió;
la respuesta ahora
es más complicada.
He tratado de
hacerla entender,
pero la testaruda
no quiere escuchar.
"Pensar global, actuar local"
no es un eslogan,
sino un desafío vital.
Hoy la Condesa
cambió de sistema,
se mueve entre
cuentas cifradas,
tiene lobbies poderosos
y amigos importantes.
Y su arma más fuerte
es comprarte.
¡Su arma más fuerte
es comprarte!
¡Su arma más fuerte
es comprarte!
¡Alza el puño! ¡Alza el puño,
mi dulce revolucionaria!
¡Alza el puño! ¡Alza el puño!
No reniego
de mi viejo camino.
La utopía permaneció,
pero la gente cambió;
la respuesta
ahora es más complicada.
La utopía permaneció,
pero la gente cambió;
la respuesta
ahora es más complicada.