Tienes la cara de viento
y una edad que no ayuda,
los años de tu madre
cuando te tuvo.
Eras solo una niña
hace algunos cumpleaños,
cuando amabas a todos
contra su voluntad.
La vida duraba un día,
moría con el sueño.
Siempre en vilo entre lo que
te sucedía alrededor.
Y la guerra que tienes dentro,
un paseo entre la vida vivida y la contada.
Recuerdo bien, recuerdo muy claramente
cuando las pesadillas no podían enseñar nada.
Eran los días justo después de la crisis global,
las ciudades sumergidas y poco para comer.
Muchos muertos después,
en el pueblo se festeja el día
en el que proclamaron
los Estados Unidos del Mundo.
Tus ojos brillan, ¿pero qué puedo decirte?
Tal vez la verdad,
que nacimos para herirnos
o para ser felices.
Tú gritas, yo grito,
como hacen los perros,
la adolescencia eterna de los seres humanos.
Cuántas caricias se necesitan para hacer una cachetada,
cuánto dolor ha transformado mi corazón en una piedra.
El vestido está apretado, los hombros de hombre,
hablas como una niña con un acento extraño.
La panza crece, cada día yo empeoro,
es la moneda a pagar cuando amas a alguien.
Te quiero, lo digo muy raramente,
como fue raro conocerte entre la gente.
El perfil del cielo está repleto de estrellas.
El viento entre las enormes aspas,
el viento sobre la piel.
Los rascacielos apagados emergen del mar
para recordarnos lo que hicimos
y lo que podemos hacer.
Cuando él te pregunte qué cosa hizo la gente,
dile: "lo hicimos todo, no hicimos nada".
Separamos los átomos de una caracola,
vencimos la muerte, perdimos el asombro,
arrancamos bosques como hojas de hierba,
le dimos un nombre a cada estrella,
hicimos el amor sin comprender nada,
condenamos la paz a ser también guerra,
cambiamos el curso del agua corriente,
lo hicimos todo, hicimos nada,
lo hicimos todo, hicimos nada.